La verdad sea dicha que los postres preparados están ricos,
y algunos deliciosos pero no hay nada más suculento que los que se elaboran en casa,
aunque sean más laboriosos y nos lleven un poquito más de tiempo de preparación
que sacarlos del frigorífico.
Es hermoso ver como los que están a tu lado disfrutan de lo
que has preparado con ese cariño especial, ese ingrediente singular que todo
cocinero se guarda: el amor a la cocina. Además no me digáis que no hay nada más
bonito que cuando alguien entra en casa, o en la cocina y dice la frase “hala
pero que bien huele!”. A mí me encanta.
Pues eso esta receta va de aromas, de aromas dulces, a limón
a canela. Olores que me recuerdan la
cocina de mi amama un sábado a la tarde, al entrar a visitarla. Esas deliciosas
fragancias que ahora te llevan de golpe a la niñez, a los recuerdos, a esa
amama con mandil y pelo cano que llena de amor preparaba natillas para
merendar.
Las natilla son un postre casero muy recurrido por su fácil elaboración,
sus ingredientes asequibles (huevos, leche, limón), pero sobre todo económicos.
Me gustaría pensar que las natillas provienen de la cocina de mi amama, pero me
temo que no. que no es así pero tampoco se sabe con exactitud de donde proceden.
Algunas versiones opinan que de la gastronomía francés porque ha tenido mucha presencia en las épocas doradas de este
país. Hay otra versión, más extendida y posiblemente más acertada en la que se
dice que sean “postre de convento”, porque siempre se han realizados suculentos
postres con ingredientes económicos fáciles de encontrar, que sean completos en
cuanto a sus propiedades alimenticias.
Bueno ya no os doy más la “chapa” y vamos a buscar el aroma
de las natillas, de esas que cocinaba mi amama.
Ingredientes
1 litro de leche
corteza de limón
8 yemas de huevo
Una pizquita de harina
Cinco cucharadas de azúcar
Canela en polvo
Galletas (tipo Maria)
Elaboración
Ponemos la leche en un recipiente la ponemos a hervir junto con
la corteza de limón. Una vez cocida la retiramos del fuego y la dejamos
templar.
Por otro lado vamos batiendo
las yemas del huevo, la pizquita de harina (como la puntita de una
cucharada), y el azúcar hasta que se vaya quedando como una crema más o menos homogénea.
Añadimos, poco a poco y sin dejar de
batir la leche colada y recién hervida. Lo hacemos despacito para que no se
formen grumos en la mezcla.
Cuando tenemos ya todo mezclado, vertemos la mezcla en una
cazuela y lo ponemos todo a fuego muy lento y lo removemos continuamente con un
cucharon de madera. Es superimportante que el fuego este suave y que no nos
hierva la mezcla.
En cuanto la natilla haya tomado espesor y tenga ese aspecto delicioso, la vamos a
repartir en varios cuencos. Espolvoreamos con canela molida la dejamos enfriar a temperatura ambiente, y después
si no la vamos a consumir al momento la dejamos en la nevera. Eso sí, os
aconsejo sacarla unos minutos antes de consumirla para que se atempere antes de
consumirla.
Yo siempre las espolvoreo con la canela e inmediatamente después
le coloco una galleta encima, así hacia mi amama, así la parte superior de la
natilla no se queda oscura ni de un feo amarillento.
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